01 mayo 2005

La carrera de filosofía y sus tareas de legitimación



Introducción: un estado de la cuestión

Crónica periodística

En su edición del 10/04/05, el diario Página/12 publicó una nota de Horacio Verbitsky intitulada «Papabilidades». Esta nota, a su vez, contenía un anexo, «Piloto de Tormentas», en el que se vinculaba a Carlos Cullen (actual Secretario Académico de nuestra Facultad) con el accionar del grupo católico de derecha «Guardia de Hierro».1 Pero eso no era todo: En 1977 Carlos Cullen era Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Salvador y –siempre según Verbitsky– esto lo haría co-responsable del nombramiento, ocurrido en ese mismo año, del Almirante Emilio Eduardo Massera como Profesor Honorario de esa Universidad. Nueve días después, el mismo matutino publicó una carta de lectores del propio Cullen desmintiendo los dichos de Verbitsky. Argüía Cullen en su defensa su inmediata desvinculación del cargo de Decano a partir de aquél suceso, y negaba cualquier relación con la «Guardia de Hierro». (Hay que decir que Verbitsky no contuvo sus ganas de retrucar en esa misma edición los argumentos de descargo del ex-Decano.)

Genealogía de la moral

Esta escaramuza no es la primera –y, sospechamos, no será la última– en una larga serie de episodios conflictivos protagonizados por Carlos Cullen. A lo largo de las últimas décadas viene librándose un sórdido combate cuyo no menos sórdido escenario es la cátedra de Ética de la carrera de Filosofía. El principal oponente de Carlos Cullen ha sido, y acaso siga siendo, Osvaldo Guariglia.2 El arsenal de Guariglia cuenta con el peso de su excelencia académica y el apoyo oficial obtenido en gestas como la justificación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Las armas de Cullen fueron veladas en la fundación del Movimiento de Filosofía/Teología de la Liberación en la década del ’70, y se mantienen erguidas hoy por el peso inerte de una popularidad forjada en la actualización permanente del recuerdo.

Desde un principio, Guariglia tuvo el cómodo control de las acciones del conflicto traficando influencias en el Consejo Directivo y manteniendo a Cullen como su adjunto. Todo parecía presagiar una victoria aplastante de Guariglia sobre Cullen. Pero el milagroso ascenso del ala progresista de la Facultad al Consejo Directivo señaló con el beneficio de la Secretaría Académica a Carlos Cullen y desplazó, jubilación forzada mediante, a Osvaldo Guariglia del tablero político institucional. Despojado de los fueros y las armas que le proveía la institución, Guariglia no renuncia a su esfuerzo por desestabilizar la gestión de Cullen, pero se ve obligado a proseguir con el combate desde ángulos tan imprevistos como el aprovechamiento de la operación mediática de Página/12 (o el aprovechamiento del magro poder de convocatoria de un minúsculo grupo de estudiantes de la carrera de Filosofía).

Fin de la introducción

Aquella operación mediática en particular, y este prolongado conflicto en general, integran el panorama más amplio del enfrentamiento entre los dos clanes políticos más vigorosos de nuestra carrera. Carlos Cullen y Osvaldo Guariglia son la expresión visible, obscena, de las relaciones de fuerza al interior del Departamento de Filosofía en un año de elecciones. Pasemos, pues, de la crónica periodística y la genealogía de la moral al análisis filosófico y la historia política.


Notas:

1 Todo el material bibliográfico con el que trabajamos está en la fotocopiadora Filo (justo en frente de la Facultad) en una caja rotulada «Caja amarilla». Cualquiera puede acceder a los materiales y/o dejar allí otros materiales que considere relevantes para enriquecer el debate en torno a las tareas de legitimación por parte de la carrera de Filosofía.

2 Al final de este cuadernillo anexamos dos breves reseñas biográfico-político-académicas: la de Carlos Cullen y la de Osvaldo Guariglia.





El compromiso filosófico con la muerte

De allí que el lugar que en una sociedad ocupa la Filosofía

sea índice revelador de sus características.

–Jorge Rafael Videla

El compromiso no es moral y particular,

sino político y universal

El conflicto en curso nos remite a las trayectorias académico-políticas de todos los docentes de Filosofía. Concretamente, nos preguntamos, ¿qué hicieron durante la última dictadura militar todos los docentes titulares, adjuntos y JTP’s de la carrera de Filosofía? Más concretamente aún, ¿qué hicieron durante el III Congreso Nacional de Filosofía realizado en Buenos Aires entre el 13 y el 18 de octubre de 1980? Recordemos que ese congreso formó parte de los festejos oficiales por el IV Centenario de la Segunda Fundación de Buenos Aires, y que el entonces General Jorge Rafael Videla asistió y expuso su ‘propia’ concepción de la Filosofía. Citamos de la introducción al dossier «Los intelectuales y el poder», publicado en la revista Dialéktica nro. 3/4 del año 1993, página 11:

«Un primer grupo fue abiertamente apologista y su participación privilegiada se inscribió directa y concientemente en el perfil político-ideológico que la dictadura imprimió al congreso. Tales los casos de los profesores Carpio, Pucciarelli, Bergadá y Olivieri. Un segundo grupo, en principio mucho más heterogéneo, cumplió un rol indirecto, aunque no menos fundamental que el anterior, en la legitimación de la dictadura. Además de los mencionados [Walton, Dotti, Madanes...], tales son los casos de los profesores Alchourrón, Rabossi, Nino, Casalla, Schuster, Costa, Olaso, García Bazán, Presas, Bertelloni, Santa Cruz, Gómez, Eggers Lan, Mercado Vera, etc. Mediante sus metafísicas ponencias completamente desligadas de la trágica realidad político-social que atravesaba el país, convirtieron un acto de blanqueo de la dictadura frente a la comunidad internacional, organizado por la propia dictadura represiva, en un congreso de filosofía.»

El compromiso no se estableció con una sombra del pasado,

sino con la noche del presente

No traemos la memoria para (solamente) enrostrar los ‘errores’ del pasado, sino para entender por qué hoy el compromiso filosófico con la muerte sigue vigente. Recordemos qué hacía institucionalmente la carrera de Filosofía el 20 de diciembre de 2001. Citamos del cuadernillo Notas de filosofía práctica (Comisión de filosofía, otoño de 2002), bajo el título "Dos contextos":

«Jueves 20 de diciembre a las tres de la tarde. Mientras el estado de sitio fusila manifestantes en la Plaza de Mayo y el Presidente de la Nación es depuesto, la carrera de Filosofía de esta Facultad nos toma exámenes. Los gritos y los gases no penetran las paredes de este edificio, como no penetraron las noticias sobre la ola de saqueos que conmociona al país. Nosotros, estudiantes de filosofía, nos hacemos examinar sin sentir o expresar discordancia.»

Tanto en un período histórico como en el otro, mientras el Estado lleva adelante una masacre (ya sea por enfrentamiento directo, guerra de baja intensidad o empobrecimiento simbólico y material de la población a favor de la clase dominante) los filósofos se sustraen a toda impureza de lo social. Visto de este modo, la legalidad que sostiene a los clanes políticos (sean más progresistas o más conservadores) reposa sobre la responsabilidad compartida de un crimen colectivo:

«Legitimación conciente y directa de la dictadura, de la amnistía a sus responsables, de la continuidad "democrática" de sus prácticas represivas por parte de los filósofos más orgánicos. Legitimación complementaria de aquellas prácticas por parte de los filósofos que, como el avestruz, se siguen preocupando por su ciencia mientras a su alrededor se mata.» (Dialéktica 3/4 p. 12)

El compromiso no está en el posicionamiento ideológico,

sino en la actualización política

Cabe recordar que el 20 de diciembre de 2001 las mesas de examen de la carrera de Filosofía fueron levantadas a las 14:30, no porque rigiera el estado de sitio, no porque el Gobierno hubiera asesinado hasta ese momento a unas veinte personas en la Plaza de Mayo y sus alrededores, no porque el Presidente hubiera dimitido, sino porque el sindicato de transportes amenazó con un paro que atropellaba nuestro derecho a retornar a casa.

Se nos dirá que las (re)acciones de la carrera de Filosofía son políticamente cuestionables sólo en períodos excepcionales en los que o está en juego la vida de los filósofos (como ocurre durante una dictadura militar), o no hay tiempo para una reflexión adecuada en torno a qué hacer (como sucede durante un estallido social). Pero nosotras y nosotros entendemos que el compromiso filosófico con la muerte rige aun con mayor vigor en períodos de normalidad institucional, allí donde no existe ningún compromiso filosófico con la vida.


¿Qué produce, normalmente, la carrera de Filosofía?

Una cocción a fuego lento en el familiarismo, en la escuela, en el racismo, en los ghettos de todo tipo, suple ventajosamente a los hornos crematorios (...) El fascismo ya pasó y no deja de seguir pasando. En evolución permanente, no deja de atravesar mallas cada vez más finas. Parece venir de fuera, cuando en verdad encuentra su energía en el corazón del deseo de cada uno de nosotros.

–Félix Guattari

En el plano académico-político

Echemos un breve vistazo a las formas teórico-prácticas que dibujan la currícula de materias de la carrera. Por un lado, la marcada orientación analítica -corpus anglosajón mediante-, pide incesantemente desdibujar toda acción humana y política en esquemas y vericuetos mentales que abstraen la vida hasta lo etéreo. Así, las discusiones imaginarias con conceptos y estructuras argumentales reemplazan a los conflictos reales con vivos y muertos. Por otro lado, la misma filosofía de lo impalpable engendra su ‘orientación práctica’ pensando al estudiante de Filosofía como un futuro ‘profesional’ cuyo único vínculo con la sociedad se establece a través del Mercado. Mediante esta relación, el filósofo ofertaría sus habilidades y su instrumental técnico a las empresas que demandaren sus ‘servicios’.

Semejante inteligentsia no sólo requiere de una sólida formación en materias pertinentes (como lo atestiguan los actuales seminarios de Bioética y de Filosofía de la biología), también requiere que esa formación se identifique con el Mercado (como lo certifican los imperativos académicos de eficacia, individualismo y competitividad). En este sentido, el vértigo de la ‘excelencia académica’ impone el incesante acopio de Congresos y Jornadas para engrosar ‘la cuenta’ del Currículum, e impone la atolondrada (im)producción de estériles papers, cuando no la publicación de revistas insospechadas de sostener el menor compromiso con la sociedad.

En el plano político-académico

Lo cierto es que un estudiante de Filosofía puede transitar exitosamente la carrera sin experimentar la menor inquietud acerca de lo que ocurre, tanto en las profundidades de la estructura académica que la sostiene, como en la superficie de la trama social que la rodea.

En cuanto a la estructura académica que la sostiene, el orden premoderno del sistema de gobierno que impregna a la carrera de Filosofía garantiza un circuito de la información restringido por un sinfín de diques y coladores: el carácter estamental y jerárquico de la división medieval en claustros; una (pseudo-)democracia reducida al procedimiento del sufragio; un sistema de representación basado en el voto calificado (por el que vale más el voto de un docente que el de un estudiante); y un mecanismo de selección para todas las instancias de la carrera académica (becas, investigación, docencia, viajes, organismos de gobierno, etc.) que sanciona la perpetuación dinástica de los clanes políticos.

En cuanto a la trama social que la rodea, un dispositivo mucho más sutil (re)produce una subjetividad desligada de toda responsabilidad social. Este dispositivo combina el aislamiento profiláctico de las historias de la filosofía respecto de cualquier problemática política, con la estigmatización de toda praxis filosófica que no adhiera a una excelencia académica signada por la neutralidad y la indiferencia ante las relaciones sociales de explotación capitalista.

Dos caras de una misma moneda

Tanto el plano académico-político como el político-académico son instancias constitutivas e inescindibles de un régimen común: la producción de estudiantes consumidores de conocimiento y de política. Este régimen supone el funcionamiento de una serie de dispositivos que legitiman a una aristocracia política y académica. Aristocracia que se constituye en guardiana del concepto y de la política. Codificados como consumidores quedamos presos de un doble atolladero:

De una parte, los trayectos trazados por la academia obstaculizan la producción de conocimiento e impiden la creación de formas participativas, socializantes y democráticas de habitar las aulas de nuestra facultad. Las condiciones de posibilidad de una producción y de una creación tales implicarían, al menos, una activación del pensamiento por sobre el saber, y un abandono de los fragmentos mutilados en favor de una consideración seria de los textos completos.


De otra parte, el dispositivo universitario captura la tendencia a pensar e intervenir políticamente reenviándola hacia los canales tradicionales del Estado. Así, al interior, la arcaica estamentación en claustros prevalece sobre posibles nuevas formas de organización de la carrera. Y así, al exterior, se obtura la concepción de la filosofía como parte constitutiva de la producción social en su totalidad.


Organizarnos

Nuestra intención es profundizar la discusión en torno al compromiso filosófico y político con lo real a partir de un debate público y abierto. Es decir, pretendemos suspender, por un momento, la lógica institucional que disimula la dimensión pública de los conflictos y permitir, así, un espacio de elaboración colectiva de los problemas colectivos. En suma, no estamos a favor de ninguna de las camarillas que se debaten en conflicto (mucho menos buscamos instrumentalizar el conflicto en función de la contienda electoral que se avecina). No pretendemos, tampoco, detener la mirada en el «affaire Cullen», sino partir de su indicación hacia el desmantelamiento del aparato de intrigas y complicidades que sostiene a nuestra carrera.

De esta forma, mientras todo apunta a que el conflicto se resuelva, como ocurre usualmente, ‘tras bambalinas’, nosotras y nosotros convocamos a socializar la información, a democratizar la confrontación de ideas y, según se decida colectivamente, a llevar a cabo las acciones y/o pronunciamientos que se consideren pertinentes a partir de los resultados, parciales o definitivos, del debate.

Mayo de 2005

Anexo

Osvaldo Guariglia: Graduado en Letras y doctorado en Filosofía en Alemania. Se especializó en Ética. En 1980 participa como ponente en el III Congreso Nacional de Filosofía («Tres posiciones básicas de la filosofía con respecto al conocimiento práctico»). En los ’80, como militante activo del alfonsinismo, es uno de los principales mentores de la ‘normalización democrática’ en la UBA en general y en Filosofía y Letras en particular. Creador (junto con otros militantes de la UCR de orientación analítica) del actual Plan de Estudios de la carrera de Filosofía (materias, temas, bibliografías, concursos, becas, discípulos, espacios de poder tanto públicos como privados). En 1987 publica en la revista Vuelta su defensa de las leyes de obediencia debida y de punto final: «La condena a los ex-comandantes y la ley de extinción de las causas: un punto de vista ético». En junio de 1999 publica en el diario La Nación el artículo «Fantasmas de un pasado ominoso» en el que, ante la toma de la Facultad de Filosofía y Letras advierte que «la UBA debe estar atenta a la acción destructiva de estos grupos facciosos y marginalizados (...) Debe, por tanto, la UBA, encontrar los medios para poder defenderse, con la ley en la mano, de estos aviesos ataques». Durante el año 2001 integrantes del bloque progresista de Filosofía y Letras, los otrora adversarios políticos de Guariglia, ganan el Decanato; como consecuencia directa de este cambio en las relaciones de fuerza, Osvaldo Guariglia fue desplazado (primero, de la gestión y, después, de su Cátedra) mediante instrumentos tan miserables como los que éste utilizaba cuando era beneficiario del poder.

Carlos Cullen: Doctorado en Alemania. Cercano a corrientes peronistas del tipo del pensamiento nacional y de la filosofía latinoamericana. Co-fundador del Movimiento de Filosofía de la Liberación. Decano, desde 1975, de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Salvador. Durante muchos años desarrolla su actividad como funcionario de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Participa activamente en la conformación de la Ley Federal de Educación (en los CBC). Desde 1983 es profesor en Psicología (UBA) y, desde 1986, en Filosofía y Letras (UBA). Está a cargo de la materia Filosofía de la Educación de la carrera Cs. de la Educación (UBA). Fue Profesor Adjunto de Osvaldo Guariglia hasta que obtuvo su cátedra paralela de Ética.